martes, 18 de junio de 2013

Matemáticas y estupidez

Cumpliendo con mi renovado propósito de plasmar cosas que pienso, vamos a empezar con algo a lo que he dado muchas vueltas durante los últimos meses.

Imagino que será algo común a la mayoría de nosotros el sentir ansiedad en épocas de mucho trabajo. Y, en muchas ocasiones, esta ansiedad va ligada a la procrastinación. Esta última palabra define uno de esos conceptos tan específicos que me encantan: el acto de posponer una actividad urgente, aun siendo consciente de las consecuencias que acarreará, y sustituirla por otra más agradable. Por supuesto, es la mejor manera de no alcanzar tus metas. Y es habitual asociar esta práctica a la holgazanería, pero me he dado cuenta de que no siempre se trata de eso, a veces se trata de la ansiedad.

A modo de ilustración, comentaré la que ha sido mi experiencia durante la tesis...

En una disciplina técnica como la física (no sé sobre el resto), el paso de la carrera al doctorado es un enorme salto. Tan grande que quien no haya tenido que realizarlo no se lo puede imaginar. Mientras eres estudiante, tienes asignaturas, cada una de las cuales se basa en uno o dos libros.

Pero cuando vas al tema de la investigación, todo cambia: Sobre el tema de mi campo, cada día surgen del orden de 10 artículos científicos nuevos. Multiplicad eso por los últimos años y veréis que salen decenas de miles de artículos, literalmente millones de páginas que leer. Durante la carrera podías tener lagunas sobre ciertos temas, pero al acabar estás asomándote a un océano de ignorancia. En consecuencia, no entendía la mayor parte de lo que decían los artículos que leía y me sentía estúpido. Eso hacía que tuviera los tres ingredientes del fracaso académico:
- Miedo de hacer preguntas.
- Timidez para pedir ayuda.
- Temor del juicio de otros.



Es sorprendente escribir sobre esto ahora, porque hace que veas a tu yo de hace cuatro años como un inmaduro. Con el tiempo, comprendí que ese océano era imposible de abarcar, pero que no hace falta comprenderlo todo para poder navegar en él, y superé esos tres puntos. Hasta cierto punto, porque esos miedos nunca se van del todo. De hecho, la única manera de superarlos es simplemente que te importe una mierda quedar como un tonto. Tiene que importarte lo que tú pienses de ti, no los demás.

Ahora viene el punto de protesta: creo que otras disciplinas no son tan duras como la física en este respecto. Y donde digo física, cabría decir cualquier rama científica que use las matemáticas. Porque las matemáticas tienen especialmente una gran capacidad de hacerte sentir estúpido. Te hacen pensar que puede que te falte lo que se podría llamar "inteligencia natural". No sé si eso existe, pero en cualquier caso lo que sí sé es que el fracaso o el triunfo en el ámbito académico no depende de ello en gran medida. Creo que, sobre todo, superar tus dificultades pasa por vencer a tu miedo interior. La ansiedad que lleva a la procrastinación.

Por supuesto, la mayoría de las personas no son conscientes de esto, y en particular los profesores y supervisores no son conscientes de que tienen la autoestima de sus estudiantes en la palma de su mano. Este cartel resume un punto de vista que percibo con frecuencia al hablar con ellos:

Las cosas buenas les pasan a los que se dejan el culo trabajando. Ajá.

Así que "¿no sabes lo que es una fibración de Hopf? Eso es porque no has trabajado, vago!". Esta es exactamente la línea de frustración que conduce a la ansiedad y de ahí a la procrastinación. Si bien este cartel es tecnicamente correcto, lo es en la misma medida que decirle a un atleta "las carreras las ganan los que corren más deprisa". La cuestión está en cómo conseguir lo segundo. No somos máquinas a cuyas piernas se pueda ajustar una velocidad, ni a las que se pueda programar para pasar más horas haciendo matemáticas.

Lo bueno es que las personas aprendemos a base de fallar. Pasar por un periodo de frustración puede ser instructivo. Enfrentarte al fracaso en matemáticas, la más dura de las disciplinas como he dicho, te enseña mucho sobre cómo encarar otros fracasos en la vida. Te enseña a superar tu desconfianza en ti mismo.

Lo cual me lleva a la conclusión: Mucha gente odia las matemáticas por cómo les hacián sentir en el colegio; pues bien, este es otro motivo más para que se le dé más importancia a enseñar bien las matemáticas. Haciendo incapié en que los instructores están haciendo algo más que eso; están ejerciendo de terapeutas con sus estudiantes. Si hacen bien ese trabajo, aunque el estudiante nunca más vuelva a mirar una ecuación, habrá aprendido una valiosa lección.

2 comentarios:

Jonatan dijo...

Pero ibas a avisar de tu vuelta al blog ¡y no lo has hecho!

Me resulta curioso que te hayas sentido estúpido... Y pensaba que eras un genio de las matemáticas.

El cole, qué tiempos; nunca preguntaba mis dudas sobre prácticamente nada. "mejor ser tonto que parecer tonto", menuda forma de pensar más tonta... aunque obviamente no pensaba eso exactamente xD

Daniel dijo...

Jaja! Será divertido ver cuánto tarda la gente en darse cuenta.

No soy ningún genio, jeje. Y por muy bien que se te dé algo, siempre hay alguien mejor que te hace sentir inferior a él.

Los estudiantes no suelen plantearse eso, no son conscientes de que al final el examen los desenmascara a todos!